días

4/7/13

0

Campo minado

6:45 a.m.

La oscuridad cubre la ciudad con su lúgubre manto. Los pájaros dormitan en sus árboles y una niebla constante y persistente me cala los huesos. Asomo mi cabeza al exterior para enfrentarme al nuevo día, miro a ambos lados del portal y compruebo que no hay peligro a la vista. Echo un pie delante del otro... y  comienza mi odisea, despacio, con cautela.

La noche anterior he dejado mi vehículo sumergido en las tinieblas del otro lado de la carretera. Ahora, en este crucial momento, corroído por la duda, barajo dos peligrosas opciones: ¿Doy un rodeo por la acera, o... me adentro en el oscuro jardín?

Valoro mis posibilidades y opto, aun despreciando la cautela y el miedo, por internarme en el césped. Mis pupilas se vuelven gatunas, todos mis sentidos están alerta y mi corazón palpita como una patata frita (vale, es para romper la atmósfera de terror), y cuando mi mente se relaja y me dice: "Tranquilo, tranquilo, ya ha pasado lo peor", en ese álgido momento... mis zapatos topan con una sustancia blanda y maloliente que, sepultada y abandonada allí por algún bellaco, aguardaba mi llegada para amargarme la mañana. Lo sé, se que no tendría que haberme arriesgado a cruzar el páramo, pero tío, si se ha cagado tu perro, ¡RECÓGELO!

¡Que ese prado parece un campo de minas!

No hay comentarios: